Capítulo lV

•NO PENSÓ LAS COSAS DOS VECES Y LE LLEVÓ A BILL MALAS CONSECUENCIAS•

No podía creerlo. ¿Isabella quería el divorcio? No estaba impresionado porque al fin sería libre de ella, sino porque ésta última me lo pidió.

Y pensé que bastaría demasiado tiempo como para que al fin pudieramos separarnos.

-Creo que el día en que nos conocimos; o que por lo menos eso tratamos sólo duró menos de tres horas, ¿lo recuerdas?  -me mirí algo sonriente.

El recuerdo surgió repentinamente en mi mente como la súbita nitidez del primer fotograma de una cinta de video. Un miércoles hacía cosa de quince meses, me encontraba destejando el que por fin había logrado graduarme de mi carrera como cotnador, dejándome felicitar por un masiva cantidad de invitados. Llevaba puesto unos vaqueros negros, una camiseta de tirantes ngra, una chaqueta de cuero negra. unas botas algo usadas y una gorra negra -que idiota se escuchó esto-. La joyería no se havbía hecho esperar: varias cadenas, anillos y un reloj también llevaba puesto. Mi cabello rubio estaba debajo de la gorra. El problema era que todos comenzaban con sus tontos regalos, y ya no cabían en la mesa donde los puse recién que empezaron a llegar.

Entonces alguien había llamado a la puerta. Tom fue a responder a la llamada. Yo estaba platicando con Sam: otro compañero que se había recibido de contador. Ni me percataba de quien entraba o salía, sólo escuchaba el timbre. Cuando menos los esperé, Tom interrumpió mi plática con Sam. Se encontraba con una chica, una chica muy linda.

-Perdón por interrumpir su aburrida plática. Bill, te presento a Isabella; Isabella, él es mi gemelo gay, Bill -dijo sonriente.

-Hola, Bill -dijo Isabella, depositándome un beso en la mejilla.

-Hola, Isabella -dije.

Tan pronto como pudieron, Sam y mi hermano nos dejaron solos.

La chica era hermosa: buena estatura y constitución, piel blanca, nariz perfilada, labios delgados y con un color rosa, y unos preciosos ojos verdes. Sin olvidar la melena rubia que le quedaba a la perfección. Se veia muy tierna, pero con un toque sensual.

Por un momento pensé que la músic se había detenido, puesto que no escucchaba otra cosa más que la voz de Isabella: cada palabra que articulada resobana intantáneamente en mi cabeza. Comencé a sonreír como idiota.

Algo me había hecho ella; y me resultaba bastante extraño porque nadie lograba atontarme de esa manera, más aún si era chica.

-Perdón por aparecer tan de repente -sonrió-. Me enteré de tu logro y no dudé en venir.

-Descuida: se ha metido mucha gente que ni conozco -reí levemente-. Y no lo digo por ti.

-¿Te llevas con Sam? Woow, ese tío es de puta madre -dijo.

-Sí.

Samuel Wolfgang Montolivo, ventidós años  de edad, proveniente de Italia pero con nacionalidad americana. A este tío lo conocí cuando habíamos acabado el grado medio superior: pertenecía a una subcultura. ¿Emo? Creo que sí. No tardamos en platicar y conocernos más: era muy cerrado. Gracias a mí se volvió más popular, se hizo más Don Juan como yo -cabe destacar que lo fui cuando estaba en la media superior y cuando acabó el tercer semestre de la universidad- y fácilmente traía a las chavas embobadas.

Ahora él planea hacer una carrera de comercio exterior e idiomas.

Comenzamos a platicar gustosamente. Tenía gustos casi iguales a los míos: moda, música, etcétera. Algo tenía que me dejó curioso, queriendo saber más sobre ella.

Pertenecía a una familia muy adinerada, la más adinerada de toda Irlanda. Isabella es irlandesa. Dios, ¿qué más podía pedir? Era perfecta.
Pude notar que no era desinteresada, dejaba mostrar sus sentimientos y no se dejaba caer en el ridículo. Era sencilla.

-¿Es cierto que te harás cargo de la empresa de tu padre? -me preguntó ella muy curiosa.
-Bueno -río. El chisme ya estaba corriendo-, es verdad. No será fácil, pero me gustan los retos -sonreí.
-Eso es fantástico. Universal Music (tu país) está arrasando con todo -anunció sorprendida.

Suspiro. Tenía varios días que mi papá me había dicho eso: me daba rabia. Ser el dueño de la mitad de acciones de la empresa no era fácil: procesos de trabajo, relaciones de producción, fuerzas productivas y el modo de producción tenía que subir por arriba del ciencuenta por ciento. Que cagada.
Me impresionó mucho el que ella me diera buenos deseos. Creo que ni el marica de Tom de decía eso.
 Sí... Había durado menos de tres horas ese día en que nos conocimos. Pensé que toda su vida ya me la sabía.
Sin tampoco olvidar que la cité constantemente a diferentes lugares: ella encantada aceptaba cada una de mis invitaciones. Estuvimos saliendo aproximadamente por dos semanas enteras. Después, nos casamos. Jamás pensé que pasaría esto en mi vida. Yo nunca creí en el casamiento, pues era como una adivinanza.

 La cara de Isabella era nostálgica al recordar esos momentos.

-Quiero decirte que... No terminamos de conocernos. -rió levemente- O más bien, nunca vamos a terminar de conocernos. Eh... Creéme que esto lo estuve desde hace una semana, incluyendo este día y... es lo justo para los dos, ¿no? Hmm, no sé que pienses tú, Bill.

Aprieto mis labios.
"¡Dile que estás de acuerdo!", me gritó mi subconciente.
Joder, ¿ahora era yo el que no quería divorciarse? Quién me entiende.
Tomo aire.

-Concuerdo contigo -concluí-: es lo mejor para los dos -dije. Mi cara aún estaba sorprendida. Cuando le cuente a Tom esto seguramente se pondrá muy feliz. Cabrón, si este tuvo la culpa de todo.
-Ey, sé que te sorprende tal inesperada noticia; y a mí también me sorprende. Puedo jurarte que ya estoy cambiando: joder, tenemos casi venticinco años; y yo con mi actitud de niña quinceañera -bufó-. Olle, si te cause daño en algún momento con mis crueles palabras, perdóname -dijo algo arrepentida.
 -No haya nada que perdonar. Ambos tenemos la culpa, ¿no? -la mirpe algo sonriente.

No pensé las cosas. Ya estaba decidido para casarme con ella, pero me faltó razonar: ¿tendré la misma libertad de antes? ¿Estaré como chicle, pegado a ella? ¿Cuidaré a los próximos hijos que tenga con ella?
Era como un novato: no tenía la idea de que estaba a punto de aproximarse despupes de esa boda. Idiota, ¿no?

-Descuida, entiendo que por mí has descuidado mucho la empres. No voy a moelstarte para que tu contrates a un abogado -dijo y añadió-: yo voy a conseguirlo.
-Eh, ok.

Se levanta de la cama, dirigiéndose al baño.
No lo dudo y le pregunto:

-Isabella, ¿te has encontrado a otro? -me rasqué la nuca.

Rió, recagándose del marco de la puerta.
Que imbécil me ví, seguramente.

-Bill, ¿crees que alguien iba a querer a una chica como yo? No, cariño. Quiero recuperar la vida que no tuve en esos quince meses estando contigo. No es nada personal -concluó, y se metió al baño.

Ok, de acuerdo. Ella podría recuperar la vida que perdió estando conmigo. ¿Y yo? Tenía que estar más encerrado ahora en la empresa, y resolver todo el trámite de divorcio con Iabella.
¿Volver a mis antiguas mañas? Puede ser, pero me daría mala fama, nuevamente. Podría llamar a Teina, pero me vería muy necesitado.
¿Saben qué? Mejor así a la dejamos.

-¿Te quedarás aquí? -volví a preguntarle.
-Sí, en el toro cuarto -respondió, saliendo del baño-: tienes que irte acostumbrado -sonrió-. Buenas noches -dijo, tomando su libro y saliendo del cuarto.

No lo creí: al fin estaría soltero.


¡Holaaaaaaaaaaaaaaaaa! Angelitos de Dios: espero que estéis bien. Aquí os dejo este cuarto capítulo, hecho con mucho esfuerzo, ¿eh? Estuvo algo corto, pero... Ya pasarán cosas más interesantes. Lo mismo pasará con la vida de (Name) -sí, admitámoslo: cada capítulo que es sobre ella está bien aburrido-, pero tardará un poco.
Mirad, por lo que veo esto será una historia corta. ¿A qué me refiero con esto? Mínimo quince capítulo; máximo veinte. Yo tengo mis razones. Pero eso no significa que publicaré otros fic! xD
En fin, os dejo. Gracias por comentar y... todo eso;-). ¡Adióoooos!